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los piojos

NUEVO RITUAL PIOJOSO....

NUEVO RITUAL PIOJOSO....

En diciembre, ritual en La Plata
Será el 15 de ese mes, en el estadio de gimnasia y esgrima de la plata.
puntos de venta:
En Bueno Aires: Lee chi, Locuras y Ticketeck
La Plata: Jason Stone (Plaza Italia Nº 190) Jason (6 e/ 48 y 49)

criticas civilización

criticas civilización

Crí­tica: "Civilización"

En su séptimo disco de estudio, Los Piojos se renuevan demostrando una loable capacidad de ensamblar canciones con gusto a rock de estadios.



La expectativa generada alrededor del lanzamiento del séptimo disco de estudio de Los Piojos fue uno de los resultados más destacables de este trabajo. Desde la fecha elegida (7/8/07, el 87 es el piojo en la jerga quinielera) pasando por la cuenta regresiva en su página web, hasta la hábil determinación de tocar sobre el acoplado de un camión por el microcentro porteño lograron que la aparición de "Civilización" se haya convertido en una noticia de nivel nacional. Hasta Santo Biassati y Catalina dijeron "miren lo que pasó hoy con Los Piojos, que lindo embotellamiento generaron, ja ja ja que risa".

Pasando a lo estrictamente musical, Los Piojos venían de cuatro largos años sin novedades. Y allí se podía suponer desde una pérdida de voracidad tanto como ausencia de inspiración cuya consecuencia fue una separación temporal. En ese sentido "Civilización" prometía demostrar el grado de preocupación por actualizarse y confirmar eso de que Los Piojos son uno de los dos o tres grupos de rock en actividad más populares de Argentina.

Acá, en Argentina, popularidad es sinónimo de aceptación y adopción masiva para todo lo que venda un artista. Los Piojos, en ese sentido, nunca se complicaron ni salieron de los lugares donde el sentido común indicaba que tenían que estar. Eso puede hablar tanto de un tangible conservadurismo como de un instintivo sentido de la ubicación y poca tendencia al error o al fracaso. Y quizá lo único que permitió que los seguidores del grupo le festejen hasta las flatulencias sea que nunca hayan sometido a su público al riesgo de la experimentación. Además hay que reconocer que si bien la calidad de sus primeros tres discos supera ampliamente los resultados conseguidos con los últimos tres, la de Los Piojos es una discografía con picos y mesetas, pero sin pozos ciegos.

Lo primero que se oye en "Civilización" es un sonido que no se termina de distinguir si es de un teclado o una guitarra procesada. Después la guitarra funky y el bajo gordo invitan a pensar que la idea fue que de entrada se muevan las caderas del oyente. El estribillo de "Manjar" habla de aceite que cae sobre un cuerpo para calentar el ambiente e incluye uno de esos característicos fraseos de Andrés Ciro, ideales para cantar a voz partida en un estadio. Es interesante escuchar como se deforman las líneas instrumentales a partir de la mitad del tema, donde parece que cada músico hiciera una base distinta que en conjunto sabe espesa y vibrante. Después llega "Pacífico", hit innato, radiable, intenso y autobiográfico que tal vez hable de cómo viajan las creaciones del compositor a través de otros cuerpos y seres. Esta emocionante canción tiene el sello de la insuperable cosecha del primer disco, parece cifrar un amor correspondido para con un público fiel y culmina con un increscendo capaz de poner la piel de gallina. El tercer tema es el que debería resguardar el concepto central del resto de la obra, ya que es el que le da el título; "Civilización" es un pseudo reggae bailable con letra sobre asados, millones de trabajadores despedidos, sueños con Manu (Chao) y mundos separados por un río gris donde suenan distintas melodías. La letra deja ver una visión del mundo, pero no es una bajada de línea, sino que más bien se queda en la descripción algo pesimista del panorama global.

"Bicho de ciudad" abre el segundo acto después de un inicio apabullante. Acá se toman el tiempo y largan cinco minutos dulces, acústicos y que incluyen arreglos de cuerdas y percusión para una letra sobre los golpes de la vida y la manera de encandilar de los acontecimientos del futuro. A los dos minutos aparece una batería firme y el tema se pone más rocker, mientras las guitarras suenan prolijas e incluso hacia el final Ciro rapea un poco en la canción más elegante de la historia de Los Piojos (aunque será una de las más escuchadas en los fogones de los camping de Villa Gesell en el próximo verano, ya que es muy adaptable al formato acustihippie). "Pollo Viejo" es un espeso tangorock allà Leonard Cohen, con letra comicona y agresiva en la que Ciro critica a un músico que se pone "parecido a una vieja", toma pastillas azules (viagra) y no puede mirar a sus grupies porque se hicieron madres (como su ex novia, Julieta Cardinali, actual mujer de Andrés Calamaro). Se trata de una elevada composición que se acerca al "Blues de la artillería" de Los Redondos, y talvez sea el mejor ejemplo de fusión de géneros tango y rock registrado desde que Spinetta y Paéz hicieran "Gricel" o desde la versión de "Yira-yira" que grabaron los Piojos en su debut. Tiene un contagioso compás y seguramente le permitirá a Ciro desarrollar alguna de sus formidables coreografías durante los recitales. El sonido garagero de "Cruces y flores" logra el primer pico de intensidad distorsionada en "Civilización", generando un momento ideal para pogo desenfrenado; incluye duras guitarras acústicas, armónicas poderosas y estribillo donde Ciro señala que le "gusta y le duele su país". Tal vez encontremos allí una pequeña cuota de demagogia innecesaria ("trabajamos duro por nuestro crecimiento/ si la espalda duele/ corazón contento"). La letra de "Difícil" remarca la necesidad de pasión y emoción, en una canción oscura, densa y cuyos arreglos de cuerdas le dan un aire muy enérgico; allí Ciro llega a cantar con un tono compungido como Chris Martin (Coldplay).

Una novedad llega en los ajustadísimos tres minutos del octavo tema, íntegramente compuesto y cantado por el guitarrista Miki Rodríguez; los versos de "Un buen día" tienen un sonido neolaternativo casi garagero y describen imágenes, sensaciones y objetos ("una cortina de humo negro", "una manzana podrida en el limonero", "una salida buena es pasear al perro", "un galardón no sirve de nada") que le dan forma al "buen día" del coro (que recuerda en algo al "Day Tripper" de los Beatles). Contrastan pegándole después una colorida brisa folkie llamada "Basta de penas", que le gustará sobre todo a las chicas optimistas. Termina bien arriba, con palmas, coros y permite imaginar a Ciro cantándolo a la vera del Río de la Plata (pero del lado uruguayo). "Unbekeant" ("señor sin nombre" en alemán) es el segundo pico de intensidad de "Civilización", de principio agazapado y acústico que se transforma violentamente cuando llega al segundo 0:47; en ese momento aparece en escena riff terminante y de innegable parentesco con el de "Fantasma" (apertura del anterior disco piojoso, "Máquina de Sangre").

Los tres últimos tracks empiezan con una cinematográfica serie de fotos color sepia bautizada "Salitral", donde se crea una abolerada sensación de fulgor lóbrego. Lo más meritorio del tema talvez sea el trabajo de producción de la guitarra, que aparentemente suena invertida. El contraste es ahora con "Hoy es hoy", rock and roll urgente y mañanero cuyo primer minuto es ideal para ser usado como apertura de un programa de radio rockero; acumula la energía suficiente para irradiar ganas de hacer cosas. Y el cierre tiene un inicio parecido al de "El amor después del amor", pero se llama "Buenos días Palomar" y su concepto es más bien el de "Mañana en el Abasto" o "Penny Lane"; allí por primera vez la madre banda del rock barrial menciona en el título de una canción a su barrio. La delicada descripción pasea por las calles donde vivió su niñez y juventud el cantante. Ciro nos regala una mirada sonriente donde menciona "bicicletas", "el motor de un avión", un vecino rengo, unos ojos color miel y el fondo de una escuela donde alguien prende una vela. Es una declaración de amor que debería ser declarada el himno del barrio y cantada por los chicos en los colegios de la zona. La letra, circular y onírica, termina hablando de "un barco vikingo" que "va surcando el Maldonado para allá" y la última frase del disco describe una "lluvia negra en la vela de metal".

La acertada producción corrió por cuenta de Alfredo Toth, Pablo Guyot y Andrés Ciro y el material se grabó en los estudios propios de la banda, ubicados en una quinta de Paso del Rey, con Álvaro Villagra trabajando en el registro. Es destacable el consistente sonido logrado, sobre todo para la batería (con mayor hincapié en los agudos que en el bombo), aunque parecería que a las instrumentaciones percusivas les falta libertad, palos y quiebres. Y un buen indicio es notar que dejaron que Tucán (tecladista de Attaque 77) aporte creativamente en teclados y samples, dándole un brillo tecnológico que rejuvenece la estética del grupo (aunque no modifica la estructura de las canciones).

Lo mínimo que se puede decir de "Civilización" es que se trata de un disco antes que nada lindo y dulce. Andrés Ciro tiene un poder elogiable que le permite cosechar melodías y palabras que alientan, describen y llegan al corazón. Y la banda suena compacta y segura para acompañar ese mensaje.

Tal vez lo único insípido sea tomar conciencia de que se trata de la primera placa en cincuenta meses. Teniendo en cuenta que un período apenas mayor, cinco años, les alcanzó para grabar sus primeros cuatro discos (de "Chactuchac" en el´93 a "Azul" en el ´98) y darle forma a un género que fue banda sonora de la década del noventa argentina, daría la sensación de que perdieron cierta ansiedad. Los Piojos facilitaron el afloramiento de una cultura barrial, aunque es imposible determinar qué fue primero, si la esquina como centro de inspiración y representatividad para una generación de músicos y público, o los Piojos como banda emblemática de esa combinación. El hecho incuestionable es que el ambiente sirvió de fuente de inspiración y las canciones de sus primeros dos o tres discos tuvieron en el pavimento, las vías y las baldosas su materia prima. Y Ciro supo tejer desde el diálogo constante con sus camaradas del público las líneas centrales de su poesía arrabalera.

A nivel lírico "Civilización", como todos los discos de Los Piojos, apunta y se basa en el presente y el contexto social que lo enmarca. Y, dividiendo entre forma y fondo, se podría decir que la música es lo único permanente del grupo. En ese sentido, recupera bastante intensidad, demuestra un aggiornamiento sonoro y se destaca el valor de la experiencia al momento de redondear las composiciones propias.

Vemos acá a un grupo confiando en sus laureles, pero dan ganas de que tuviesen ganas de revalidarlos más seguido. Eso no quita que "Civilización" se asegure un lugar entre los mejores diez discos del año y hasta ahora sea lo mejor editado desde el mainstream local en lo que va del 2007. Las tribunas del estadio River esperan hacer retumbar estas canciones, seguramente el año próximo. Parecería que los temas fueron compuestos para resonar allí.

temas de civilizacion....

temas de civilizacion....

01_manjar

02_pacifico

03_civilización

04_bicho de ciudad

05_pollo viejo

06_cruces y flores

07_dificil

08_un buen dia

09_basta de penes

10_unbekannt

11_salitral

12_hoy es hoy

13_buenos dias palomar

llega el nuevo cd piojoso ´´civilización´´

llega el nuevo cd piojoso ´´civilización´´

13 de junio, 2007. El 7 de agosto sale "Civilización", el nuevo disco piojoso, que está en plena etapa de mezcla y que va a tener 12 o 13 temas. Para agosto está planeada la presentación de las nuevas canciones en varias fechas en el interior del país. A medida que se vayan confirmando los rituales, informaremos desde acá. En la foto, Ciro durante la grabación.

se viene el nuevo disco de los piojos...

se viene el nuevo disco de los piojos...

Gira "Civilización"

Ya están confirmadas las fechas de algunos rituales de la gira de presentación de "Civilización". En cuanto estén los puntos de venta, lo van a saber por este medio.

29 y 30 de agosto: Comodoro Rivadavia - Club Huergo
1° de septiembre: Río Gallegos - Boxing Club
4 de septiembre: Trelew - (lugar a confirmar)
6 de septiembre: Bahía Blanca - Club Estudiantes
8 de septiembre: Olavarría - Club Estudiantes

Y por Ticketek: 011 5237 7200

historia de la banda piojosa....

historia de la banda piojosa....

Todo comenzó el 21 de Septiembre de 1986 en el colegio Bernardino Rivadavia de El Palomar. Los chicos la estaban pasando bárbaro. Todos bailaban y se divertían. Pero había uno que sobresalía. Era Miguel Angel Rodríguez (Micki) quien, con unas calzas adheridas a sus piernas, se movía de una lado para el otro. Además de gustarle la joda estaba aprendiendo a tocar el bajo. Al costado del patio estaba parado Daniel Buira, que se descostillaba de la risa al ver al petiso en acción. El estaba en tercer año, tocaba la batería, había sido plomo de Los Perros Calientes y era compañero de Daniel "Piti" Fernández (guitarrista). Se juntaron y comenzaron a tocar. De inmediato sumaron a Micki en el Bajo, Juan Villagra en guitarra y a Diego Chávez en voz. Al principio era puro caradurismo, como suele suceder en la mayoría de las banditas que apenas embocan la nota en el encordado de la viola. Pero sin desanimarse partieron en busca de fechas para pasear covers de los Rolling Stones y hasta algún tema propio como "Siempre Bajando", que años después fue incluído en el primer disco. Sus primeros escenarios fueron los ya desaparecidos Caras Más Caras y McKartur. La idea era salir a tocar un rato, de cualquier forma.
Pero a Villagra le costaba ser de la partida y fue reemplazado por Pablo Guerra, que era amigo de Dani. Era difícil organizarse, porque siempre había uno que no se compometía tanto como el otro. Era el caso, por entonces, de Micki, que desaparecía cada tanto. Entonces Guerra trató de solucionar el inconveniente y propuso traer a otro pibe para que los sacara del apuro. Así apareció Andrés Ciro Martínez para ser el suplente de Micki en el bajo. Pero duró poco y nada, porque Micki volvió a ponerse las pilas. Aunque a Ciro no lo echaron. Siguió participando de los ensayos del grupo, pero ahora como músico invitado. Todos sabían que este joven de 20 años tenía buena voz, facilidad para escribir y además estudiaba teatro. Hasta que un día las cosas se dieron por sí solas. Chávez ya no participaba tanto del proyecto y Guerra sugirió que Ciro se hiciese cargo de la voz. Todos quedaron convencidos al verlo cantar una versión con armónica y guitarra criolla del "Blues del traje gris". Ya no habían dudas. Ciro era lo que necesitaba la banda. A partir de ahí empezó una nueva etapa para Los Piojos. Ensayaban en sus casas de Caseros, El Palomar y Villa Bosch. Andrés no tenía amplificador y enchufaba su micrófono al de las violas de Pablo y Dani. Y Buira tenía una batería de industria nacional que se le destartalaba. En el verano del ´89 encararon para Villa Gesell y consiguieron hacer quince shows a cambio de la comida.
A la vuelta pegaron una fecha en la Sociedad de Fomento de El Palomar (AFALP), ofreciendo un recital que hasta hoy es inolvidable para sus primeros seguidores. También deambularon por cuanta fiesta había en La Boca y dieron numerosos recitales a beneficio en escuelas estatales. Para entonces había una integrante nueva en la banda. En los teclados se sumaba Lisa Di Cione, compañera del secundario de Dani y ex novia de Piti.
En 1990, el grupo liderado escénicamente por el cantante Andrés Ciro Martínez resultó elegido banda revelación por los Redonditos de Ricota en el Suplemento Sí de Clarín. Los Redondos habían presenciado varios shows del grupo, e incluso el guitarrista Skay subió a acompañarlos en alguna ocasión. A esa altura, muchas caras eran más que figuritas repetidas entre el público, que cada vez se adhería con mayor fidelidad a la propuesta. Solían presentarse muy seguido en el Baroqué de Costa Rica y Armenia, en Palermo Viejo.
En 1991 viajaron a Francia, invitados por una organización de los suburbios de París que lucha contra los skinheads. Tocaron en el Festival Antirracista de Bondy. Aunque lo único gratis sería tocar. Los gastos del viaje corrieron por propia cuenta de Los Piojos, que debieron pagar cuotas de 160 dólares para financiarlo. Así lograron compartir el escenario con bandas cubanas, africanas y europeas. El contacto con Mano Negra fue importante para que la banda abriese la cabeza y entendiera que en la fusión de estilos estaba su futuro musical.
Hacia fines de ese año, Pablo abandonó el grupo por una propuesta de Los Caballeros de la Quema que por entonces parecían proyectarse mejor. Inmediatamente lo reemplazaron por Gustavo Kupinski. Su novia, de Ciudad Jardín, lo contactó con el grupo. Ese adolescente de 17 años, tocaba la viola desde los 10, había formado parte del club de fans de los Beatles y pasaba su tiempo escuchando tango, blues y jazz.
Con esas características se transformó en una herramienta fundamental para Ciro y su gente, más aún por su idea de ensamblar estilos musicales, que recién años más tarde lo lograrían.
No se puede pasar por alto que en 1992 Los Piojos compartieron un show en Obras Sanitarias con Abejorros y Los Perros Calientes. Poco después hicieron una fecha con La Renga en Babilonia. No muchos fueron los testigos que aguantaron hasta las 5 de la mañana para escuchar el rocanrol de Los Piojos. A toda esa movida vertiginosa se seguía sumando el apoyo por parte de Patricio Rey. Fue Así que la Negra Poli, manager ricotera, le recomendó al productor Gustavo Gauvry, del sello discográfico El Cielito, que se acercase a ver un show de sus "niños mimados" en un local llamado Boa Vista. Aquella vez, como tantas otras, volvió a subir Skay Beilinson al escenario como para que quedase sellado un padrinazgo absoluto sobre los pibes de El Palomar. Gauvry se interesó por ellos enseguida y les ofreció la edición y distribución de Chac Tu Chac, el primer material del grupo, que estuvo en la calle en el ´92. Los rockeros le pusieron bien en claro que el control absoluto de la carrera correría por su cuenta. Y de esa manera se tuvieron que hacer cargo de pagar la grabación del material. El manager de aquel entonces era Osvaldo "El Sordo" González, quien se encargaba de pagar con cheques a 150 días. Una deuda que Los Piojos fueron salvando en cómodas cuotas.
El disco no fue un boom, pero marcó el camino, con grandes temas como "Tan solo", o esa excelente adaptación del tango de Discépolo, "Yira yira", canciones que empezaron a ser difundidas en el programa de Mario Pergolini en la Rock&Pop. Se empezaba a hablar de ellos. Mientras tanto, en la banda comenzaron a producirse entredichos con Lisa. Estas situaciones hicieron decidir su definitiva exclusión del plantel piojoso.
Ahora con el disco bajo el brazo todo parecía encaminarse positivamente. Tocaban seguido en Arpegios, en Cemento o en El Arca de los Músicos. Cada vez se sumaban más seguidores a la propuesta musical. Eso los estimulaba a seguir componiendo canciones propias para grabar en 1994 Ay ay ay, su segundo álbum, para muchos el mejor que hicieron hasta hoy. Ahí aquellas ideas que habían extraído de Mano Negra en la experiencia francesa empezaron a cobrar vida, pero con espíritu rioplatense. De golpe afloraron la murga, el candombe, la milonga: "Es más estimulante revolcarnos en el barro de las orillas rioplatenses que en las de Manhattan o California". Ellos estaban convencidos de haber encontrado el rumbo. Hasta Jaime Roos, el popular músico uruguayo, los ponderó por lo bien que les salía el canbombe mixturado con el rock. Una noche que se los cruzó los felicitó: "Ustedes tienen mucho de Buenos Aires. Esa cosa rioplatense y callejera, medio arrabalera, que no veo en otros grupos que imitan al rock anglosajón o latino". Ellos, chochos.
Con varios centenares de shows, se convirtieron en los habitantes del under con más posibilidades de jugar en primera. Justo a mitad del los ´90, El Sordo dio un paso al costado del staff. Su alejamiento se dio en buenos términos, y rápidamente su lugar fue ocupado por un plomo de la banda, además de amigo del barrio, llamado Pocho Rocca.
Por lo general solían parar en la casa que compartían Andrés, Dani y Micki en Ciudad Jardín.
Ya para fines del ´95, después de que Andrés contrajera matrimonio, el grupo se volcó de lleno a preparar el posteriormente exitoso Tercer arco, que recién saldría a la calle en 1996, el mismo año en que nacia su primera hija llamada Katja.
Para la grabación de este disco se la pasaban encerrados en una sala de ensayos del barrio. Ya tenían el tema homenaje a Maradona. Y para colmo su letra llegó hasta los oídos del ex jugador antes de que la gente lo conociera. Pasó que Maru Di Giovanni, una maestra jardinera, amiga y asistente de la banda, le acercó la cinta al crack y éste les retribuyó la buena onda con una foto autografiada que los pibes colgaron en la sala de ensayo.
Y Tercer arco la rompió. Los Piojos sonaban en cualquier radio y hasta la gente adulta tarareaba el "uo papa uo..." de "El farolito", un hit con todas las letras. O "Verano del ´92", una historia que se remontaba a la temporada de aquel año, cuando andaba escaseando el "faso" en Buenos Aires, alrededores y ciudades balnearias. Semejante éxito sorprendió a los propios músicos. Por momentos les resultaba difícil saber llevar el control sobre la euforia que se había generado a su alrededor. A fin de año, el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, Los Piojos se presentaron en Obras Sanitarias, como lo solían hacer un par de años atrás Los Redondos. El grupo tocó ese viernes, sábado y domingo, ante 15.000 fans que los ovacionaron y coparon el estadio con trapos de muchísimos barrios. Ante el efecto del éxito desbordante, la banda respondió de la misma manera que habían ensayado Los Redondos: alejándose un poco del epicentro y rondando por el interior del país. De paso, prefierieron cuidar su intimidad y tomarse las cosas con calma. Por eso no aceptaron innumerables propuestas para exponerse ante las cámaras de televisión, rechazando una jugosa oferta monetaria para presentarse en La movida, de Juan Alberto Mateyko. Muchos pensaban que la agrupación en algún momento pisaría el palito, pero esto no sucedió. Hasta un productor bailantero los tentó para salir de gira por numerosas bailantes del país. Ellos partieron para Entre Riós, en donde estaba plagado de afiches que anunciaban: "La banda del momento se presenta en Concordia". Los chicos no lo podían creer. Las pibas se morían por tocar a Ciro y por robarle un beso o un autógrafo en las puertas del hotel.
Tardaron bastante en volver a tocar en Buenos Aires. Eligieron el Microestadio de Racing para convocar a sus numerosos seguidores en dos noches inolvidables. Su público ya acostumbraba a pelar banderas gigantes y a desplazarlas de un lado al otro del estadio. En la fecha del sábado ocurrió una desgracia con suerte. Una de las tribunas de madera estaba tan cargada que se desfondó. Algunos jóvenes contrajeron heridas leves que por suerte no pasaron a mayores. Cerraron 1997 con dos shows importantes: uno en el Parque Samiento, ante siete mil almas, y el otro en un festival que organizaron las Madres de Plaza de Mayo contra la impunidad. Lo llamaron "20 años de lucha. Ni un paso atrás". Fueron dos jornadas divididas entre el viernes 11 y el sábado 12 de octubre en el estadio de Ferrocarril Oeste. También tocaron Bersuit Vergarabat, Actitud María Marta, La Renga, A.N.I.M.A.L., Attaque 77, Las Pelotas, Los Caballeros de la Quema, Rata Blanca, Malón, Todos Tus Muertos y León Gieco. El fin de aquellas jornadas fue coronado con la presencia de todos los músicos abrazados a las Madres sobre el escenario.
Se tomaron el año siguiente (1998) con mayor calma. Decidieron parar la pelota y encarar un nuevo material. Entre febrero y marzo volvieron a los estudios Del Cielito para registrar Azul, otra vez bajo la producción de Alfredo Toth. En las letras se vislumbraba el efecto que había producido la masividad del año pasado. Tocaron en el Parque Sarmiento, que se volvió a llenar. En esa velada los acompañó el Coro Chiquicanto, todos vestidos de blanco, interpretando "Agua", que sería una de las canciones más difundidas junto a "El balneario de los doctores crotos" y "Desde lejos no se ve". Como novedades estaban los vientos, las cuerdas y hasta los samplers, todo enteramente masterizado en Nueva York. Hasta se dieron el lujo de invitar al Rifle Pandolfi, un amigo de la banda, para cantar en "El Rey del blues". A pesar de no tener una respuesta tan óptima en ventas como Tercer Arco, los beneficios llegaron a través de la difusión del video de "El balneario..." en la cadena televisiva MTV. Eso les permitió tocar en Guadalajara y Distrito Federal (México), San Diego, Miami y Los Angeles (Estados Unidos). El 24 de octubre convocaron a 15 mil personas en estadio de All Boys. Para sorpresa de los presentes, subieron a tocar como invitados Pablo Guerra, Ricardo Mollo, quien sacudió su guitarra en "Los mocosos", y Chizzo -contradiciendo los absurdos rumores que hablaban de rivalidad entre Los Piojos y La Renga- participó de una furiosa versión de "Llévatelo".
Encararon el verano de 1999 con un recital en el Autocine de Villa Gesell, en el que cantaron "It´s only rock and roll", de los Stones, cover que repetirían en Bariloche y en Junín. El contrato que Los Piojos habían firmado con DBN finalizó, y tras largas reuniones determinaron que querían seguir su carrera musical en forma independiente. Bautizaron a su propio sello El Farolito Records, y lo estrenaron con un disco en vivo. Ritual es producto de la grabación de los shows del 7, 8 y 9 de mayo en Obras, noches de gloria, con Maradona incluído. Detrás llegaron dos conciertos en el Polideportivo de Gimnasia y Esgrima de La Plata y otros dos en Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia. Meses después, retornaron a la Capital para afrontar un nuevo All Boys. Las entradas se agotaron enseguida y muchos fans no pudieron acceder al estadio. Debido a ello mucha gente (parte de la barra del equipo de Floresta) quiso entrar a la fuerza, produciéndose forcejeos y avalanchas en las puertas de acceso. La fiesta tuvo como invitados a los tres integrantes de La Renga. Veintiséis mil personas los ovacionaron.
Despidieron el milenio con un recital gratuito ante más de 100 mil personas que coparon la Plaza Moreno de La Plata. La prensa amarilla le sacó el cuero al público piojoso, definiéndolos como "delincuentes y drogadictos".
El 2000 llegó con una mala noticia para sus seguidores. Uno de los fundadores y baluarte del sonido conseguido por el grupo había dado un paso al costado en plena cúspide. Muchas fueron las versiones de su alejamiento. Pero Los Piojos prefirieron preservar el motivo en su intimidad. De todos modos, Buira siguió haciendo música aferrado a su grupo, La Chilinga. El baterista había dejado su lugar vacante en plena grabación del sexto disco. Y el grupo tuvo que retrasarla para salir en busca de un reemplazante. Luego de buscar insistentemente y en un corto lapso se presentaron con Sebastián Cardero en la batería. Con él tocaron en Chile, Santa Fe, Córdoba, Miami y Nueva York. Después llegó la presentación oficial del nuevo integrante el 7, 8, 9, 14, 15, 16 y 18 de julio en el estadio Obras Sanitarias. El público fiel de Los Piojos no se sumergió en la nostalgia por el integrante que se había ido, sino que se entregó al nuevo ritual con la misma devoción de siempre.
Finalmente Verde Paisaje del Infierno, el sexto trabajo discografico de la banda, vio la luz en octubre. Este disco los encontraría con Andrés a cargo de la producción artística -como todos sabemos el legendario Alfredo Toth fue su productor de los anteriores álbumes- y Ricardo Mollo esta vez se encargaría de la producción de las guitarras -además de su participación especial en el tema Morella- . La presentación del mismo fue un 16 de diciembre en el estadio de Atlanta donde se dieron al encuentro unas 30.000 personas, fue impresionante como a pesar del poco tiempo que tenía el disco en la calle todos cantaron los nuevos temas, desde los que ya habían sido tocados con anterioridad (El Reggae Rojo y Negro, María y José, Media Caña, San Jauretche, Luz de Marfil) como los que por primera vez empezaban a formar parte de los rituales piojosos.

los piojos: el libro por andres ciro martinez

los piojos: el libro por andres ciro martinez

Titulo: "EL CAMPITO DE UDET"

 

El Campito de Udet

Enfrente de mi casa había un campito. Un triangulo formado por tres manzanas. Una grande, cuadrada, otra medio triangular, y una mas chica, al fondo, el triangulito. El lado más largo de este campo estaba surcado por una calle de tierra y a la izquierda de esta se extendía una franja de terreno que terminaba en el alambrado del Colegio Militar.

Esta no era mas que los surcos de las ruedas de los autos que por ahí se aventuraban, generalmente de noche, con parejas ansiosas de cariño dentro, mas las bicicletas y algunos transeúntes.

Las bicis para entonces se dividían entre las rodado 20 con portaequipaje, y las inglesas rodado 26 o 28. Las modificaciones podían ser muchas, cortarle el guardabarros trasero y levantarlo, sacarle los frenos para frenar solo con los pies sobre la goma, como hacia Mague, o tener un asiento banana como el de Charly. Siempre había alguno de dudoso gusto que agregaba cintas a los manubrios.

Aparte de pistas para bici, el campito tenia tres canchas de fútbol. La más grande, con arcos hechos con postes de teléfono de esos que te llenaban de astillas, muy firmes. Por algún misterio irresoluto nunca tenían travesaño, se había puesto alguna vez hilo zizal o tirado algún palo pero nunca duraba, así que la indefinición en la altura del arco generalmente servia para que los grandes terminaran los partidos cagandose a trompadas. Me acuerdo de ver a uno sacando de debajo del asiento de su moto una manopla. En esos polvorientos encuentros corría Joe con sus anteojos oscuros de culo de botella y su camiseta apretada de Gimnasia Esgrima, detrás de un balón por siempre esquivo.

Los mas chicos jugábamos en esa cancha grande algún día de semana, desde la siesta hasta que la pelota dejaba de verse. Para entonces el polvo nos cubría de pies a cabeza, pegado al sudor. Entonces alguno hacia caso del tercer grito de la vieja que llamaba a bañarse y a comer. Adentro! se escuchaba después de preguntar "que pasa", en un grito hacia arriba, como si la voz pudiera describir un arco y caer lejos como una piedra, en una pregunta que ya conocía la respuesta, la misma de ayer a esa hora, la misma de mañana. Y se llevaba uno el polvo para la ducha. Los de mas suerte o temeraria sordera nos quedábamos un poco mas, con un partido trunco por la huida de la luz y las bajas entre los jugadores, conversando sentados, casi siempre sobre futbol, o de alguna vecina que se nos antojaba atorranta, ya que nunca teníamos prueba alguna en tal sentido. En algún momento alguien escupía en un manojo de polvo y después lo tiraba para arriba, tratando de que sin querer le cayera a alguno en la cabeza. Así combatimos contra uno que apodamos "el mutante", por unos monstruos que luchaban contra Mark, de la revista "El Tony", bastante parecidos, que nos corrió por toda la cancha y después no volvió mas. Una vez me lo encontré por la calle y me contó que el sueño de su padre siempre había sido tener rulos y ser cantante de tango.

Cuando promediaba el verano y el calor era asfixiante y los días se habían sucedido unos cuantos sin lluvia, los cardos que cubrían enormes porciones del campito estaban listos para una de las actividades mas interesantes de nuestras vacaciones. Generalmente fumábamos tosiendo algún pedazo de cardo como si de un exquisito puro cubano se tratara, haciendo comentarios como "tengo un primo que fuma cáscara de banana", y acto seguido prendíamos fuego a todo el lugar. Buscábamos algún palo de escoba o similar que nunca faltaba e incrustándolo en el pico de una botella de lavandina o detergente, envolvíamos esta en algunos plásticos y encendíamos la pira.

Ffffuit, fffffuit, chuic, fffffffuit, ui, ui, fui, fffuit. Cada gota de fuego era el comienzo de un foco. Los cuatro jinetes del Apocalipsis corríamos llevando el infierno a nuestro paso.

En pocos minutos todo era una pared de fuego de casi cuatro metros de altura (los cardos median mas de dos), y el calor brillante resplandecía en nuestros cachetes sonrientes y en los ojos alucinados, parados al otro lado de la calle, en la cancha grande, soportando el calor, listos a rajar ante la llegada de los bomberos.

Un día apareció una maquina. Una pala mecánica. Nos hicimos amigos del que manejaba y cuando se iba subíamos y movíamos las palancas. Empezó por la calle larga. Después apareció otra bestia metálica con un gran peine adelante, mas tarde cambiado por una hoja de acero. Llego un rodillo enorme. Venia a aplastar definitivamente nuestro campito. Por entonces no nos dábamos cuenta. La calle era lo primero. Para valorizar los lotes. Jugamos lo que pudimos con el progreso.

Rompíamos los alambrados y seguíamos armando partidos en canchas cada vez mas reducidas. En caricaturas de aquellas a las que estábamos acostumbrados. Un viejo se sentó con una mesa delante y un cartel detrás y vendió todo. Ahora los dueños alambraban. Y edificaban. Hacíamos guerras con cantos rodados, con rifles de aire comprimido, entre las casas. Saltábamos a la montaña de arena, desde el segundo piso de los duplex. Fumábamos los primeros cigarrillos en las habitaciones sin ventanas. Mirábamos las estrellas desde los techos sin terminar. Rompíamos los ladrillos huecos. La calle nueva, asfaltada, fue escenario de esforzados partidos de paleta, de largos campeonatos de formula uno rellena de masilla y de encarnizados combates de box. Todo al ritmo de Vilas, Reutemann y Mano de Piedra Duran y Sugar Ray Leonard.

Nuestros juegos iban adaptándose a los cambios que sufría el lugar, pero el lugar iba lenta e inexorablemente desapareciendo.

Nos metíamos en el camión cisterna que regaba de agua a las nuevas calles a asfaltar, repleto de un agua oscura y caldosa, y pasando sumergidos por un agujero circular de unos cincuenta centímetros de diámetro que estaba a media altura, íbamos por los compartimentos semi-estancos, saliendo a respirar a oscuras en los diez centímetros de aire que quedaba entre el agua y la chapa. La sensación era extrañísima, en la negritud total y con el eco potente del agua y la respiración. A eso había que sumarle la explosión de los violentos ladrillazos que desde afuera los amigos hacían estallar contra el tanque en cuestión, y uno los imaginaba cagandose de risa mientras la boca cual pez limpiafondos buscaba desesperada un sorbo de aire y la mente se concentraba en la tarea de relajarse. Un verdadero desafío a los nervios. Teniendo en cuenta que el tanque tenia tres divisiones y cuatro espacios, con los agujeros comunicantes en zig-zag, llegar al final tomaba su tiempo. Allí era menester golpear la pared dejando constancia de que la hazaña habia concluido, si bien faltaba volver. Para nosotros en una misión al Everest lo importante era llegar a la cima, nadie preguntaba como se bajaba o si los tipos bajaron, se quedaron a vivir o se cayeron por un precipicio. Así que cuando me toco, que solo tres lo hicimos de los seis o siete que éramos, me di cuenta de la importancia del regreso al llegar al objetivo planteado. No pude mas que putear por lo bajo los cascotazos que llovían festejando mi llegada al cenit, al pináculo de la gloria.

Me pareció, mientras descansaba apenas, que el aire era menos, o que estaba viciado. Hay que tener en cuenta que el camión estaba al sol un día tras otro, y que el agua estaba realmente caliente. Me sumergí y pase al tercer compartimiento, y en lugar de subir a tomar aire, quise pasar directamente al segundo, pero en el orificio, por donde solo se pasaba estirando los brazos hacia delante para que los hombros cupieran, quede enganchado al no extenderme lo necesario. Supongo que habrán sido unos segundos, pero fue suficiente para que muriera ahogado y después el camión me regara en la calle que llevaría mi nombre en un solemne acto en el cual todas mis compañeras de colegio llorarian desconsoladamente, y mis amigos harian lo mismo, pero de forma apenas disimulada susurrando "era un valiente". Zafe por suerte enseguida y salí desesperado a respirar en el segundo, para sumergirme por ultima vez y llegar a la especie de escotilla que constituía la salida con el corazón haciendo mas ruido que todos los piedrazos que me habían tirado los cretinos que esperaban afuera.

El viejo sentado a la mesa con el cartel detrás se fue vendiendo nuestra infancia, hasta el ultimo lote, y los compradores estuvieron felices de brindarle a sus hijos dos metros cuadrados de jardín de césped bahiano, tras las rejas.

Hoy la calle nueva es mortalmente transitada, y el campito son bonitas casas y duplex que no sospechan haber sido pisados, recorridos, meados, trepados, saltados y golpeados desde los cimientos y antes también, con cómodos livings allí donde se definieron durísimos campeonatos de futbol, donde se armaron chozas de troncos y paja con suelo apisonado y chimenea, que inevitablemente quemaría el loco Walter, donde crecían hinojos silvestres que uno arrancaba y comía. Ninguno de los que hoy viven allí deben saber que esa calle pálida, ancha y sin sombra era un sinfín de vericuetos, pozos y piedras salientes que había que conocer para ganar una carrera de bicis, que donde hoy duerme la nena se hacían las fogatas mas intensas con sendos troncos a veces de luz, o de teléfono, con maderas de todo tipo, donde chicos que soñaban soñaban juntos, callando locuazmente o charlando en silencio, en cuclillas, frente al blanco azul rojo naranja amarillo gris de las brazas, bajo un cielo mucho mas profundo y poblado de grillos que el que hoy se respira.

 

Andres Ciro Martinez.
El Palomar, 4 de enero de 2003.